lunes, 12 de enero de 2009

Los judíos somos diferentes.

Ennumero.
Tenemos apellidos "diferentes".
Tenemos narices "diferentes"
Tenemos costrumbres "diferentes"
Y etc.
Pero no somos los judíos los que nos definimos como "diferentes".
Hemos sido diferenciados desde tiempos inmemoriales.
Y todavía no sabemos porqué.
Lo dice Shakespeare a través del judío Shylock:
"¿El judío no tiene ojos? ¿El judío no tiene manos, órganos, dimensiones, sentidos, afectos, pasiones? ¿No es alimentado con la misma comida y herido por las mismas armas, víctima de las mismas enfermedades y curado por los mismos medios, no tiene calor en verano y frío en invierno, como el cristiano? ¿Si lo pican, no sangra? ¿No se ríe si le hacen cosquillas? ¿Si nos envenenáis no morimos? ¿Si nos hacéis daño, no nos vengaremos?"

Quizá sea porque nos hemos emperrado en seguir siendo judios a pesar de todo.
Quizá porque desde el final del Reino de Israel, y a diferencia del cristianismo y del islám, e incluso del nazismo,que desean un mundo completamente cristiano o musulmán o nazi, nos hemos negado a evangelizar a los demás. Se nos ha enseñado a querer un mundo justo, no un mundo judío.
El más grave error que cometió Israel fué el de pretender un mundito propio que fuera, a la vez, judío y justo, cuando ambos términos son incompatibles entre sí.
Desde mi judaismo elijo un mundo y un Israel justos, que incluyan u no diferencien ni a los judios ni a nadie, y no un mundo y un Israel judios y segregadores.
Esa es mi "diferencia" con quienes pretenden un Israel judío, asumiendo con ello una ideología racista, que no es diferente de la ideología evangelizadora en cuyo nombre se han cometido innumerables matanzas, incluyendo la actual en Gaza.

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